Gabriel Rabinovich llegó al IBYME en al año 2007 acompañado de un grupo de investigadores y becarios, a los que se sumaron otros miembros del Instituto, para conformar un equipo que trabaja día a día para dar respuestas originales y efectivas a temas complejos como el cáncer y las enfermedades autoinmunes.

“La palabra más fuerte para mí es amigo. Todo lo que uno construye en la vida con cariño verdadero. La amistad es lo que más valoro en el mundo”. Señala Gabriel Rabinovich en un diálogo cordial y sencillo, plagado de anécdotas y de explicaciones que hacen simple lo complejo.

Todo comenzó casi por casualidad, comenta. Como estudiante de Química Biológica en la Universidad de Córdoba quiso especializarse en Inmunología pero primero, por cuestiones de espacio, se incorporó al grupo del Dr. Carlos Landa a quien señala como su primer mentor.

“Yo nunca pensé que quería ser científico, de hecho a mí me gustaba la salud humana, entonces yo quería ser o bioquímico clínico o médico. Lo veía como algo muy difícil. Veía que los científicos tenían que estar mucho tiempo en el laboratorio, yo pensaba que por mi personalidad no podría lograrlo.”

Comenzó trabajando con el Dr. Landa, quien le enseñó técnicas de inmunofluorescencia y a mirar en el microscopio, aislaban distintas capas de la retina del pollo y también del hígado y generaban anticuerpos que inyectaban en conejos, los conejos generaban anticuerpos que al contrastarlos, permitían ver si en otros tejidos estaban las mismas estructuras. En esa época la función de las galectinas se desconocían, inclusive no se conocían como tales. Terminada esa etapa, pensó en hacer el doctorado en el mismo lugar, pero el Dr. Landa, ya no podía dirigirlo, por lo que le ofreció que se lleve los anticuerpos que había generado en un año de trabajo.  Tomar la decisión de seguir haciendo ciencia le llevo un tiempo.  “Yo no entré muy rápido a hacer ciencia, tardé en decidirme hasta que volví a consultar a la jefa de la cátedra de inmunología, en Córdoba”, recuerda.  Junto a Clelia Riera, su otra mentora, comenzó a trabajar en una época en donde todavía las bases de datos médicos en Medline no existían, había que ir a la biblioteca, buscar, después pedir los reprints de autores… pero se acordó de los anticuerpos que había guardado en la casa de sus padres. Habló con el Dr. Landa y con la Dra. Riera para ver que podrían hacer con ellos. Una noche casi por casualidad, en un ensayo de Western blot que permite ver proteínas, encontró una señal consecuencia de una reacción antígeno anticuerpo. Estos resultados llamaron su atención, el desafío era ver de qué se trataba. Así comenzó a viajar a Buenos Aires para realizar determinados ensayos tanto en el Hospital de Clínicas como en Farmacia y Bioquímica. “Mi vida está muy signada por muchos amigos y mucha gente linda que fue pasando y me fueron ayudando.” El desafío ahora era conocer la función de esa proteína que habían detectado y purificado. Lo que podían observar era que cuando ponían la proteína en cultivos de linfocitos (células que están involucradas en nuestras defensas), estos desaparecían, se morían.

En la mitad de su doctorado, en 1997 escuchó en una conferencia de un científico que trabajaba en Londres, hablar de terapias génicas y enfermedades inmunológicas. En enfermedades autoinmunes, un tipo particular de linfocitos T causan el daño en los tejidos. Así surgió la hipótesis de que esta proteína podría servir para lograr la homeostasis o  el equilibrio del sistema inmune. Decidió viajar a Londres a terminar su doctorado. De esta idea surge uno de sus principales trabajos publicado en 1999 en el Journal Experimental Medicine, en donde mostraron que a través  de esta proteína se suprimía la artritis en ratones de experimentación.

Volvió a Córdoba a rendir la tesis en 1999, y comenzó la búsqueda de lugares para trabajar: “Gané la beca Pew, pero por cuestiones de la vida tenía que elegir entre hacer ciencia top en Estados Unidos o quedarme cerca de mi familia. Elegí quedarme, pero en Córdoba era muy difícil”. Gracias a la generosidad del Dr. Leonardo Fainboim, comenzó en el Hospital de Clínicas, en una mesada, trabajando sobre los tumores que producen Galectina-1 a los fines de contraatacar a los linfocitos T. Ahí también tuvo a su primera becaria, Natalia Rubinstein, con quien publicó en el año 2004 en tapa de Cáncer Cell, un trabajo que daba cuenta de cómo los tumores expresaban Galectina-1 para poder eliminar la respuesta inmunológica. “Yo jamás lo hubiera soñado”, lograr la publicación en tapa de una de las revistas más importantes a nivel mundial en cáncer, sin haber salido del país era un logro inmenso. “La alegría mayor, es que otros laboratorios en el mundo hayan podido confirmar nuestros hallazgos y que sean hoy mecanismos universales”.

Una de las primeras colaboraciones con grupos de investigación del exterior, que al día de hoy se mantiene, es con el Dana Farber Cancer Institute en la Universidad de Harvard, “ellos nos llamaron porque veían que en el Linfoma de Hodgkin, un tumor agresivo por transformación maligna de linfocitos,  la proteína que más se expresaba era Galectina-1”.

El cálido relato da cuenta del camino cuesta arriba del grupo, subsidios que no salían por proyectos muy ambiciosos, falta de espacio, de recursos en los primeros momentos. “Eduardo Charreau, uno de los científicos más generosos  que he conocido,  reconoció fuertemente nuestro trabajo y nos ofreció un lugar en el IBYME”.  El grupo tenía varias ofertas para establecer su laboratorio en Buenos Aires, pero en oportunidad de brindar un seminario como investigador invitado, Rabinovich había conocido el IBYME, “Me di cuenta que era el lugar donde me quería quedar. Creo que la creatividad nunca va a aflorar si no se está en un ambiente dónde se sienta  completamente cómodo, y lo que tiene de característico el IBYME, aparte de la parte científica, es la parte humana. Elegí venir al IBYME y fue una de las decisiones más fantásticas de mi vida, encontré mi lugar, estoy muy cómodo, puedo trabajar libremente, como me gusta. No me arrepiento jamás de no haber viajado al exterior. Estar cerca de la gente pionera en Biología y Medicina Experimental era un gran sueño. Lo más lindo del IBYME es poder trabajar en conjunto y en forma interdisciplinaria porque están los expertos en Neurobiología, Endocrinología, Oncología, etc…Era un gran desafio”.

 Sus equipos de trabajo hacen honor a dos principios básicos, trabajar duramente y volar alto. El espíritu del grupo revela una búsqueda constante por hacer investigación original con participación de todo el equipo. Así, cada uno de los integrantes de su laboratorio trabaja en un tema inédito con la colaboración de todos los demás. Como jefe de grupo, señala la importancia de la divulgación y la docencia en la formación de recursos humanos que continuarán con la filosofía de trabajo que aprendieron.

Gabriel Rabinovich creció en la farmacia de barrio de sus padres, y cuando ordenaba las cajitas pensaba que algún día, podría haber algún remedio para el que él hubiera podido aportar algo. Hoy su grupo cuenta con 8 patentes, con la esperanza de que muy pronto lleguen a la clínica. Una de ellas en particular, es sobre un anticuerpo monoclonal que bloquea Galectina-1, que se generó hace 5 años, y que gracias al trabajo de la oficina de Vinculación Tecnológica de CONICET puede llegar en un futuro próximo a estudios clínicos. “Siempre voy a defender la investigación básica, que crea conocimiento, pero mi sueño es poder aplicarla a la salud humana, si yo estoy acá, sí se nos reveló de alguna manera la función de esta increible proteína, que algo de lo que nosotros hagamos, le sirva a alguien para vivir un poco mejor.”

En el arduo camino recorrido, sobran las publicaciones de primer nivel que incluso han tenido a los trabajos del grupo como tapa de revistas internacionales como Cancer Cell,  Immunity, Cancer Research, Nature Immunology, Journal of Experimental Medicine y gran cantidad de premios nacionales e internacionales.  “El verdadero premio que yo siento que he cosechado es el cariño de la gente. Haber caminado tanto todos estos años y tener tantos amigos en la comunidad científica, que todos sabemos que no es tan fácil. Los premios van y vienen, son importantes, estimulan mucho para seguir adelante, pero lo que hay que pensar es todo lo que hay detrás de un premio. Tiempo que uno le resta a los seres queridos, a los amigos, a la familia, a la pareja fundamentalmente. Pero el agradecimiento mayor es a todos mis discípulos que aceptaron formar parte de esta familia que no es demasiado convencional pero que nos divertimos emprendiendo esta aventura, ideas y trabajo,  días y noches enteras. También le debo todo a  mis mentores, que me dieron la libertad para trabajar. Eduardo Charreau, Damasia Becu, que tengo el honor de que me eligiera como Vicedirector del IBYME. Yo no tengo más que palabras de agradecimiento”.

Laboratorio de Inmunopatología.

0